martes, 18 de agosto de 2009

Nocturno

Son las doce. Acabo de llegar a casa. Copa ancha con un Lambrusco muy frío. Me encanta en verano. Enciendo mi Mac. Esto de escribir puede resultar algo frustrante. A veces no consigo expresar exactamente lo que quiero decir, ni tampoco lo que no quiero decir, pero siempre doy libertad a mis manos sobre el teclado para que sigan rítmicamente la disposición equilibrada de las letras y me lleven a expresar, lo que, en el fondo, ellas quieren. A veces dependo de un simple impulso, sólo de una sensación. No tiene por qué coincidir con lo que que pienso en ese momento. No se trata de ser perfecto, sino de expresar nuestros miedos, nuestros temores, lo que creemos y lo que no creemos, lo que no somos capaces de decir en una conversación íntima, lo que sólo somos capaces de confersar a nuestras manos, entregadas ante el teclado. Dejar escurrir con la velocidad del sudor que cae por tu espalda, todo lo que, desde mi corazón, viene directo a mis manos, sin escalas en la estación de la mente ¿Para qué pedir más? ¿Para qué exigirnos la concreción, la perfección expresiva de lo que escribimos? ¿A quien queremos impresionar? ¿A quien tememos decepcionar? No temo nada. Ya no temo nada.

Suena de fondo 'Love song for a vampire', de Annie Lennox... Buenas noches. Maravilloso verano...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se trata de eso, de dejar que sean las palabras las que encuentren su sitio y después de ir horneándolas tú poco a poco, recolocándolas... pero sobretodo se trata de que lo que escribas te haga feliz a tí. Y eso se huele en tus textos.
Un abrazo,
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