viernes, 31 de julio de 2009

Penyscola...

Viajar, ummm viajar... Viajar es la maravilla, es la única posibilidad real que nos ofrece la vida de renacer, de ser otro, en otro tiempo y en otro lugar. De ser desconocido y de no conocer. De descubrirlo todo porque todo está por descubrir. De deslumbrase con lo distinto. De imaginar cómo será la gente de allí, cómo vivirán a dirario. De querer quedarnos y saber que no podemos. De zarandear nuestras fantasías... De planear y vernos en el trayecto. Es algo mágico.

Penyscola es uno de esos lugares a los que uno entrega su corazón de inmediato y su devoción para siempre. Penyscola es los trocitos cristalinos del reflejo del sol en el mar al atardecer y las fotos con postre de Eva; los huecos de la calle estrecha por la que el silencio transita y empapa las esquinas y las puertas, para que el espacio y el tiempo no se alteren ni distraigan; es los calamares a la romana de 'El Raconet de Ca Deu'; es el olor a mediterraneo en calma y el anticipo de Ítaca; es los geranios en los arriates de los balcones y la perplejidad que produce un castillo que nace y muere en el mar; es el balanceo equilibrado de tus hombros al andar y la nostalgia de pensar en su presencia. Penyscola es la pacífica sensación de lo sereno, del placer de caminar...

Debe ser preciosa. No la conozco, pero tus relatos permiten a mi imaginación asegurar que será tal y ccmo la creo. Aun no he estado, pero me prometo estar...


miércoles, 29 de julio de 2009

Nana (Lullabye)

Hay canciones que nos hacen tocar el cielo con los dedos y nos reconcilian con la intimidad de nuestro pobre corazón. Lullabye, de Billy Joel, es una de esas. Un día, su hija Alexa, de 7 años, le preguntó a dónde vamos cuándo nos morimos. Él se quedó perplejo y le dijo que cuando morimos, una parte de nosotros se queda para siempre en el corazón de nuestros seres más queridos. Que, aun cuando él muriera, nunca la dejaría; que siempre permanecería en su corazón. Así fue como le compuso esta nana, Lullabye. La he traducido porque me ha movido de sitio el corazón. Es preciosa. Dejo el link del video por si la quereis oir. Gracias Billy. Y gracias Eva, por recordármela...

http://www.youtube.com/watch?v=LraZEoRnkPc

Lullabye (Nana)

Buenas noches mi ángel, hora de cerrar los ojos
y dejar estas preguntas para otro día,
creo que sé lo que has estado preguntándome,
creo que sabes lo que he estado intentando decirte.

Prometí que nunca te dejaría
y deberías saber
que donde quiera que vayas,
no importa dónde estés,
nunca estaré lejos

Buenas noches mi ángel es hora de dormir
y todavía tengo tantas cosas que decirte,
recuerda todas las canciones que cantaste para mi
cuando fuimos navegando por una bahía de esmeralda.

Y como un bote sobre el océano,
te mezo para que te duermas,
el agua es oscura y profunda,
dentro de este viejo corazón,
siempre serás parte de mi.

Buenas noches mi ángel es hora de soñar,
sueña con lo maravillosa que será tu vida,
algún día tu niño llorará y si tú le cantas esta nana,
entonces en tu corazón siempre habrá una parte de mi.

Algún día todos nos habremos ido,
pero las nanas seguirán,
nunca morirán,
así es como tú y yo
permaneceremos...

martes, 28 de julio de 2009

El espejo

Nos conocemos. ¿Nos conocemos...? Sé de muy pocas personas que se conozcan realmente. Vivimos cotidianamente con nuestras rutinas. Estamos tan acostumbrados a nuestras esquinas, a nuestras aceras, a nuestros baches, que afirmamos conocernos. Caminamos por nuestras vidas como un ciego que conoce de memoria las esquinas de su casa y atina con precisión quirúrgica en cada giro, en cada puerta, en cada rincón, pero no puede ver lo que realmente pasa a su alrededor.

Yo no estoy tan seguro de que nos conozcamos. ¿Por qué nos sorprendemos cuando alguien afirma que somos de tal o cual manera? Hace tiempo, alguien me sugirió un ejercicio que resultó ser tan impresionante como revelador: ponerse delante de un espejo durante quince minutos, sin retirar la mirada de nosotros mismos. Lo hice. Al principio parece una tontería. Somos nosotros. Los de siempre. Pero al cabo de un par de minutos, comienzan a surgir aspectos faciales de nosotros, que nos resultan totalmente novedosos. Si somos capaces y esperamos unos minutos más, comenzaremos a ver cómo nuestra propia cara nos resulta totalmente diferente y nueva respecto a la que estábamos acostumbrados a diario. Es algo extraño y sorprendente a la vez. En ese momento reaccionamos extrañados: no nos reconocemos. No reconocemos nuestra propia cara.

Sucede exactamente lo mismo -pero de un modo mucho más brusco- si reflejamos nuestro interior en un espejo. Si realmente observamos en nuestra profundidad, si somos capaces de verla objetivamente, como la cara en el espejo, comprobaremos que no nos reconocemos a nosotros mismos; que desconocemos nuestras motivaciones, la causa de nuestros comportamientos y el por qué de nuestras reacciones. Es difícil sustraerse a la inercia de nuestra propia 'forma de ser' (que ni es forma, ni es ser...). Por eso incurrimos, de manera reiterada, una y otra vez, como un bucle sin fin, en comportamientos que nos desagradan y disgustan, que constantemente nos llevan a preguntarnos por qué reaccionamos así y de los cuáles no nos podemos desprender.

¿Quién se atreve con el espejo...?

sábado, 25 de julio de 2009

De noche

Todo calla y se para. El cielo negro es la única realidad. Es de noche. Verano. La casa, las cosas y tu ausencia transitan en silencio. Y yo, casi dormido, me resisto a dormir. Los grillos hacen lo suyo y las estrellas no dejan de mirar. Me da la sensación de que la noche la hacemos nosotros; es la única idea que tenemos todos a la vez, a la misma hora exacta, cuando la vivacidad del día se aplaca y los pensamientos se aletargan y dormitan. Entonces anochece y la luz se oculta, disimula y desvanece. Entonces, se eclipsa la razón, pero no para dormir, sino por letargo y rendición; para dar paso a nuestro otro mundo sereno y nocturno de lo real, de lo esencial y profundamente real. Más allá de lo prosaico, del mero rito cotidiano de vivir, la noche es el amago de morir, el placer de rozar lo que nos queda por vivir y no sabemos. De día sobrevivimos. De noche existimos, sentimos, soñamos, amamos. De día, estamos. De noche, somos. Allá el que se lo quiera perder...

jueves, 23 de julio de 2009

Un placer

Juego al golf. O por lo menos, lo intento... Es algo inexplicable. Puede sonar a pijo, a frívolo, pero no lo es. En lo absoluto. Es algo maravilloso, casi mágico. Lo que pasa es que en el golf hay que ser muy educado y muy prudente, para no ser un perfecto gilipollas. Yo, por supuesto, soy de los primeros, aunque he de reconocer, que abunda lo segundo. Hoy he tenido una experiencia increíble. Hoyo 18, un par 4 de 323 m. (unas tres veces el Nou Camp), lo que significa que un jugador profesional tiene que embocar la bola en 4 golpes. Si lo hace, consigue el par. Si lo hace en 3, birdie. Y si lo hace en 2, eagle. Esto último, algo casi imposible. Salgo desde el tee y hago un buen golpe. Doy mi segundo golpe desde 150 m. Perfecto. Con un sonido metálico que deja intuir una gran ejecución, la bola describe una parábola increíble, recta y directa hacia la bandera. Vuela, vuela, vota en el green y la pierdo de vista. Mi compañero me felicita. Cuando nos acercamos al green, la bola no aparece. La buscamos un buen rato y al cabo de unos minutos, la doy por perdida. Decepción, desesperación. No es posible... Mi compañero se dispone a patear para hacer el par y ganarme el hoyo. Y de repente, se acerca a la bandera, y me dice: "no te lo vas a creer". Se agacha al hoyo y saca mi bola...!!! Había embocado con mi segundo golpe, desde 150m. Había hecho un eagle...!!! Es un placer indescriptible. Es increíble...!!!

La felicidad

Uno nunca tiene claro nada. Y a mi modo de ver, a medida que pasan los años, menos. Menos mal que cuantos más años se van cumpliento, tiene menor importancia. Si algo he aprendido con el paso del tiempo, es que la inteligencia consiste en saber elegir entre cambiar el medio, cuando se puede cambiar, o adaptarse cuando es invariable. Tengo ya 45 años y me han pasado muchas cosas en mi vida. Malas y buenas. Comienzo a comprender que la felicidad no es una meta, sino un estado, que tiene mucho que ver con el grado de satisfacción que uno tiene con uno mismo. Y mucho que ver también con saber ponderar, en mayor medida, las cosas positivas que las cosas negativas de la vida. Ambas existen todos los días por igual. Depende de en cual de ellas pongamos el foco. Mi hija Carla, aunque con sólo 7 años, me enseña cada día más y más. El mero hecho de su sonrisa, su propia existencia o sus 'abrazos a papito'. Mi pequeño huerto de rúcula y espinacas. Mi pomelo y mi naranjo. Mi afición al golf y al inglés. Mis amigos, pocos y muy diversos, pero todos me aportan cosas magníficas. Todo eso reconforta y satisface.

Por prudencia verbal, no podría afirmar que soy feliz, pero sí que estoy satisfecho y conforme con estas cosas y con mi vida en general. Un placer...